En 2015, Arlan Hamilton recibía cupones de alimentos y dormía en el suelo del aeropuerto de San Francisco, sin nada más que una vieja computadora portátil y el sueño de irrumpir en el negocio del capital de riesgo. No podía entender por qué todas las personas que iniciaban empresas tenían el mismo aspecto (blancos y hombres), y quería tener la oportunidad de invertir en ideas y personas que no se ajustaban a esta imagen de cómo se supone que debe verse un fundador. Hamilton no tenía contactos ni redes en Silicon Valley, ni experiencia en finanzas, ni siquiera un título universitario. Lo que sí tenía era una determinación feroz y la voluntad de triunfar. Por mucho que deseemos que no sea así, todavía vivimos en un mundo donde estar subrepresentado a menudo significa ser subestimado. Pero como alguien que se gana la vida invirtiendo en fundadores de alto potencial que también son mujeres, LGBTQ o personas de color, Hamilton entiende que estar infravalorado simplemente significa que existe una gran ventaja. Porque incluso si tienes que trabajar el doble para llegar a la línea de salida, dice, una vez que estés en igualdad de condiciones, podrás avanzar a toda velocidad. A pesar de lo que la sociedad quiera hacernos creer, sostiene Hamilton, un entorno privilegiado, una red influyente y un título universitario sofisticado no son requisitos previos para el éxito. Aquí comparte la sabiduría que tanto le costó adquirir en su extraordinario viaje desde receptora de cupones de alimentos hasta capitalista de riesgo, con lecciones como “La mejor música proviene de las peores rupturas”, “Deja que alguien más bajo se pare frente a ti”, “ Los peligros de la pornografía apresurada” y “No dejes que nadie beba tu Coca-Cola Light”. En el camino, nos inspira a todos a desafiar las expectativas de otras personas y convertirnos en los modelos a seguir que hemos estado buscando.